Aprender a decir "no"

Aprender a decir "no"

¿Les pasó que antes de tener hijos creyeron que todo iba a seguir igual? Yo, ingenuamente, creí que nada iba a cambiar, pero estaba equivocada. Descubre cómo la vida de Margarita cambió al convertirse en mamá, seguro te sentirás identificada.
Holiday Activities Leyendo Aprender a decir "no" 4 minutos Siguiente Ella soy yo

 

Antes

Antes de que naciera mi hijo, jamás pensé en qué haría con el trabajo, quién me lo iba a ver en lo que trabajaba, ni en cómo iba a cambiar mi día a día. Creo que solamente asumí que Ignacio iba a entrar perfectamente en nuestra rutina diaria sin interrumpirla en absoluto. Uf, estaba completamente equivocada. Ignacio vino a revolucionar nuestra rutina, a darle la vuelta y a cambiar por completo el día a día.

 

Yo solía ser de las que decía sí a casi todo, sobre todo en el trabajo. Sí a la clase extra, sí a dar talleres en Antigua, sí a dar ese curso, sí a hacer mandados, sí a meterme a estudiar algo nuevo, sí, sí, sí. Ingenuamente creí que, cuando naciera Ignacio, todo iba a seguir igual. Creí que iba a poder mantener mi ritmo de vida y de trabajo igual. También creí que iba a poder hacer todo esto sin ayuda.

 

Mi plan original era que me vieran a Ignacio donde mis papás por las horas en las que trabajaba y después cuidarlo yo. “Fácil,” pensaba, “ni que fuera tan complicado cuidar a un bebé. Voy a hacer de todo mientras duerma.”

Ajá…

 

Nació Ignacio 

Nació Ignacio y me di cuenta que no era tan fácil y que, después de esa primera semana, tampoco es que duerman tanto… pero como no estaba trabajando seguía con mi plan original. En mi mente, podía hacerlo todo.

Por supuesto que cuando se iba acercando la fecha de regresar al trabajo empecé a tener ansiedad, no quería dejarlo, no sabía cómo iba a hacer para salir en las mañanas con un bebé y un perro (sí, mi perro también se venía todos los días a donde mis papás).  Pero lo logré: logré salir con el bebé cargado, el perro en la otra mano y la bolsa de la compu al hombro y la pañalera en la espalda.

 

Pasaron las semanas y yo seguía resistiéndome a tener ayuda.  Pero poco a poco me iba cansando más y más. Me iba desesperando y queriendo tener un minuto a solas, pero, cuando Ignacio se dormía, igual tenía mil cosas que hacer.  Me sentía, y me siento algunos días aún, como un payaso haciendo malabares con mil pelotas a la vez, tratando de mantenerlas todas en el aire, pero con más dificultad cada vez. Entonces entendí: no sólo no podía sola, sino que tampoco podía seguir igual que antes.

  

El mito

            En los medios nos muestran mamás trabajadoras que pueden hacerlo todo: trabajan, mantienen la casa nítida, cocinan, cuidan a los hijos, van al gimnasio y, encima de todo, tienen tiempo hasta para salir a tomarse los vinitos con sus amigas.  Pero las cosas, por lo menos en mi caso, no son así.  No puedo hacer todo y a mí, ser mamá me enseñó que sí, se trata de balance, pero también de saber escoger qué es lo más importante, de pedir ayuda, y de aprender cuándo decir que no.

 

Aprendiendo a decir no

Tuve que aprender a decir que no, no puedo. A pedir pelo, a pedir ayuda.  A priorizar. Tal vez ahorita diga que no a todo, pero no me arrepiento. Ahorita, en estos momentos, mi prioridad es Ignacio. Es más, desde que comenzó la pandemia he tenido que decir que no aún más porque Ignacio se ha vuelto mi trabajo de tiempo completo. 

 

Aclaro, no se trata de dejar de hacer lo que nos gusta, lo que nos apasiona y lo que queremos, pero en mi caso, se trata de escoger qué pelotas son más importantes y cuántas puedo yo, Margarita, mantener en el aire al mismo tiempo sin perder la cordura que, algunos días, ya se encuentra a punto de caerse de la cuerda floja.

 

Margarita Bonduel

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