El juego es el trabajo natural en la infancia, el cual trae enormes beneficios para los niños, siendo fundamental para su desarrollo. Dentro del abanico de ventajas que el juego les otorga a los niños, podemos encontrar:
- Alivio de cualquier tipo de estrés que esté experimentando.
- Validación de sus emociones como frustración, enojo o decepción cuando enfrentan retos, los cuales deben superar con esfuerzo.
- Pueden llegar a desarrollar algún nivel de empatía, por mínimo que sea.
- Experimentan normas y pautas de convivencia tales como: esperar su turno, ganar, perder, ceder.
- El juego puede ser un instrumento primordial para la educación, permitiéndoles descubrir y/o expandir su creatividad, y al mismo tiempo nos abre las puertas a nosotros (los padres) para tener la oportunidad de formar parte de su proceso de aprendizaje.
- El juego simbólico, siendo el más característico de la infancia, les permite explorar la representación de objetos, situaciones o personajes, permitiéndoles incluso conocer sus propios gustos e intereses.
Los primeros años de un niño y el juego deben ir de la mano ya que, por medio de las actividades lúdicas, especialmente en la etapa prescolar, se desarrollan habilidades y competencias motoras, emocionales, lingüísticas o de comunicación, sociales y cognitivas. El juego, por tanto, aporta de gran manera al desarrollo de todas las funciones físicas, psíquicas, afectivas y sociales necesarias para un crecimiento sano y equilibrado.
Como padres, debemos respetar la sensibilidad del niño, sin forzar u obligar a realizar actividades que no le gustan, o para las cuales no se siente preparado. Un ejemplo pudiera ser jugar con ciertas texturas o ensuciarse; en mi caso muy particular, con mi hija, me ha pasado que cuando he intentado experimentar con ella juegos sensoriales, utilizando gelatina, esta textura sin duda le desagrada y, en lugar de disfrutar la actividad, se la pasa limpiándose las manos.
Algo que no podemos negar es que la pandemia vino a cambiar nuestras vidas como nunca nos lo hubiéramos imaginado. Sin embargo, podemos intentar darle la vuelta a la situación, involucrándonos mucho más con nuestros hijos, aprovechando el hecho de que los tendremos en casa durante mucho tiempo y el juego tradicional (niños interactuando con otros niños), como antes lo conocíamos, no sabemos cuándo volverá a ser posible.
Marisabel Echeverría