Hablaremos de vínculo como un proceso en el que dos personas llegan a conectarse emocionalmente. Cuando conocemos a una nueva persona se requieren varios factores para llegar a vincularnos, tales como: compartir tiempo juntos donde aprendemos a conocer sus gestos, su sentido del humor y su forma de comunicarse. Poco a poco vamos comprendiendo la expresión de su mirada, el tono de su voz y percibir su olor. Esto funciona en doble vía, y el resultado es la vinculación. Lo mismo nos pasa con nuestros hijos, se hayan formado dentro o fuera de nuestra panza. Cuando sentimos por primera vez a nuestros hijos, comienza el proceso de vinculación. Los bebés o niños comienzan a formar ese vínculo cuando sus necesidades son cubiertas por el adulto a su cargo, por lo que confía y se siente seguro, ya sea mamá, papá o cuidador primario. Ambos, adulto y bebé, son personas que se están conociendo. Lleva su tiempo llegar a comprenderse y encontrar su forma única de comunicarse. Poco a poco.
Algo que me encanta y siempre decimos en las clases de Masaje Infantil es que para establecer o para potenciar el vínculo: “Nunca es tarde”. En todas las etapas de nuestra vida, seguimos vinculándonos. Especialmente, al momento de hablar de nuestros hijos (o de la relación con nuestros papás o mamás), nunca es tarde para hacer cambios y realizar acciones que nos permitan establecer o mejorar esa relación.
El vínculo juega un papel importante en los futuros aprendizajes del bebé. La base del aprendizaje es la psicomotricidad y una de las cosas que más me sorprendió mientras me formaba como psicomotricista es que el vínculo de apego es el primer organizador del desarrollo psicomotor. Lo que significa que, si el vínculo es seguro, le permitirá al niño explorar el mundo y aprender. Esta separación física de mamá para explorar se va dando paulatinamente, inicia cuando el niño y mamá van permitiendo distancias cortas confiando en las capacidades del niño para lograrlo.
El bebé nace dependiente de un adulto que lo nutra física y emocionalmente, que cubra sus necesidades básicas. Cuando todas estas necesidades son cubiertas, el niño tiene confianza en el adulto (ya se ha comenzado a vincular), sabrá que podrá comenzar a distanciarse y al regresar, nuevamente será cubierta su necesidad. Es sumamente importante observar, aceptar y responder a las señales que dan los bebés y niños cuando empiezan a pedir esa distancia, de esa manera la separación progresiva se percibirá como segura por el niño. Si no se les permite esta separación gradual a los niños, caemos en la sobreprotección y por lo tanto, el niño tiene la falsa creencia de que no puede, por lo que se siente inseguro o incapaz de separarse para explorar.
¿Sabes qué factores favorecen este vínculo seguro? Interacción uno a uno, mirada, olor, sonrisas, contacto físico, movimientos rítmicos y la voz (de ambos). Acompañado de comunicación, donde se responde adecuadamente a las demandas del hijo, y se respetan las necesidades de ambos (mamá/papá e hijos).
Mi mamá suele decir a las familias con las que trabaja: “El niño llegará tan lejos, como se vea reflejado en los ojos y actitudes de sus padres” y considero que esta frase engloba perfectamente el mensaje que quiero dejar en este escrito. Si permitimos y confiamos en que nuestros hijos adquirirán nuevos aprendizajes y se vayan alejando paulatinamente de nosotros, ellos se sentirán capaces de intentarlo. Para que los niños se sientan seguros de intentarlo, debemos establecer un vínculo seguro primero.
*Extracto del libro Mamá para toda la vida
Ana Lucía Penagos – Psicomotricista y Autora del libro Mamá para toda la vida
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